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Clara

Clara

Nota: esta especie de relato, aunque basado en hechos reales, no significa que salió de la protagonista llamada Clara, ni de quien podrían imaginar que refiere mi texto.
Derivado de lo que sé y escuché, es que escribí y le puse de mi cosecha, así es que nadie debe malinterpretar o sentirse agraviado, porque este es un trabajo narrativo, que está cerca, cerquita, (muy próximo) a la realidad y me responsabilizo de cualquier pinchazo al corazón. La libertad de narrar es la culpable.

Con mucho amor: Yahir Durán.

Nací en 1934, fui una niña muy activa, andaba de acá para allá haciendo mandados. Mi mamá me decía, ve a decirle tal cosa a tal señora, ve a la tienda, ve a pagar esto, ve a las tortillas, y a mí me gustaba, porque me distraía y me gustaba andar de aquí para allá, veía el sol en el mar y desde entonces imagino que son como diamantes hermosos los que se iluminan plateados, como cardumen fosforescente. Vivíamos en el barrio San José y la única tortillería era en el otro cerro, en un voladero. Antes había un puente muy endeble que yo cruzaba divertida y sin saber del riesgo, nunca pasó nada lamentable, que yo recuerde en ese puente, pues la gente en el puerto era así, aldeana, acostumbrada a ese tipo de peripecias.
De parte de mi padre no tuve mucho cobijo y la familia era algo desdeñosa, mi madre se casó con un señor muy rudo, mal encarado incluso con sus propios hijos, entonces no tuve buen trato tampoco de ese lado, sin embargo ahí andaba, no había tiempo de ponerse triste, había mucho mar y mucha vida.

Viví un tiempo con mi madre, luego ella se fue a una ciudad cercana y me quedé con mi nana’, la mamá de mi padre, dicen que era descendiente de españoles y que llegó a este puerto desde pueblos coloniales cercanos, por eso es que estoy blanca quizá, nunca pienso en eso, pero el otro día mi hijo menor, que ya tiene cincuenta años me preguntó porque era güera y con ojos claros y le contesté, por mi nana, por la familia de mi papá.

Es difícil ser mujer, entonces hay que ser fuerte, no queda otra, y el puerto me ha dado esa seguridad, un espacio rudo pero conocido, en el que supe sobrevivir, quien sabe qué hubiera sido de mi, si hubiera pasado mi infancia en otro lado, aquí me apropié de la vida y la vida fue buena conmigo, aunque recuerdo por ejemplo el día que un ciclón pegó con fuerza, la casa de mi madre era débil y nos dieron asilo en la casa de abajo que era de concreto, fueron bajando uno por uno a mis hermanos, en medio de aquel ventarrón, todos éramos pequeños, incluso a mi hermana la bajaron, ellos eran hijos del esposo de mi madre y a mi me dejaron ahí, se les olvidó que estaba o quien sabe, pero soporté gran parte del ciclón en un pequeño rincón agazapada, mientras el viento furioso hacia ruidos tremendos, luego como que se acordaron que ahí me habían dejado y alguien fue por mí, ya había pasado mucho tiempo y yo olvidada.
Tengo mucho carácter, aunque soy muy tímida, no me agrada socializar demás, eso sí, me gusta reír con mis amigas, con mi gente.

De joven trabajaba donde se pudiera. En mi ir y venir sin rumbo de la ciudad al puerto, estuve trabajando de ayudante en una estética de belleza, -Clara, ceca el pelo de la señora, Clara, ponle “permanente” y tápale la cabeza a esta señora, Clara, trae el peróxido, entonces yo veía, veía y aprendí y ¿qué creen? me volví, no solo la única, la mejor (según mis fieles clientas) del puerto, porque decidí trabajar allá y todo el mundo de ese mundo, que no era un mundo gigante, pero era todo un mundo, pasó por mis manos. Entonces las citas se hicieron inmensas, los autos que llegaban, algunos desde la ciudad, que hasta tuve que decidir y poner la regla, que los domingos no se trabaja, porque gracias a Dios, no me daba abasto.
Un día me casé con un morenito muy simpático, una buena persona, que me hacía mucho reír, nos hicimos buena compañía, como todos tenía sus detalles, era tremendo, eso sí “tomadorcito”, el caso es que él era pescador y se embarcaba en flotas pesqueras, en aquellos años, el mar era buen negocio y yo con mi estética, nos empezamos a levantar. Tanto que mis medias familias no daban crédito de que la Clarita estuviera levantando tan bien.

Tenía una tía con un humor negro, pesado y mala leche, se burlaba de mis hijos y de mi familia, lo digo sin rencores, nunca me afectó, pero recuerdo una vez, que vendían una casita y a mi me gustó, era una casita que estaba céntrica, bien ubicada y entonces, yo ingenua, le dije, -tía, me presta veinticinco mil pesos, en cuanto entre mi marido de viaje se los pago, -¿para qué los quieres? me grita, -para comprar una casita que venden y me gustó, -no, no, no, no, no, me dijo, ¿de dónde voy a sacar ese dinero? creen que tengo dinero, claro que no.
Me fui y al otro día que volví, me dijo el vendedor que la casa ya la había comprado mi tía.

Tiempo después me enteré que vendían un terreno muy grande y aventada como soy, fui al banco y le dije al señor gerente que necesitaba un préstamo y él dijo, -por supuesto señora, claro que la conozco, ¿cómo no la voy a conocer? si aquí la veo pasar seguido, cuente con ello. Con ayuda de mi marido, se le pagó puntualmente, al grado que solicitamos otro crédito y construimos esta casa, donde crecieron mis hijos, sin esas penurias por las que yo pasé, por cierto, la primera que vino a ver el terreno y la casa, asombrada, fue mi tía.

Aquí habita mucha historia, mucha felicidad y algunas pérdidas, fiestas, enojos, la muerte de uno de mis hijos y el ver como, poco a poco se fueron yendo a hacer sus propias vidas. Así es la vida. Mis hijos cantan, tocan la guitarra, son lo que son, yo digo que son buenos y así los criamos, con carencias y triunfos y aquí, cuando vienen a verme, a esta casa que los vio correr, donde se ponían sus uniformes escolares, se peinaban al espejo, para ir de enamorados, se perfumaban, tenían ocurrencias que ahora son recuerdos, anécdotas, aquí, donde hubo tanto ruido y música y se ha vuelto un lugar donde escucho mis pensamientos y los dolorcitos propios de mi edad, este es el rincón tan lleno de nosotros, es la casa que cuando vienen se ilumina y soy la más feliz.

Me gusta la vida, haber sido mujer y todo lo que Dios (porque la fe es mi pilar) me ha dado.

Escuchen mi canción Puerto

Puerto (Spotify)

Puerto (Youtube)

Acerca del autor
Cantautor, es uno de los representantes más notables de la nueva trova mexicana. Como solista ha grabado Disímbolos, Acerca de soñar, Una cascarita en directo, Plural Espejo, Así, Hay un hombre que camina y Canto Nuevo para Niñ@s.
Cuenta con un libro de narraciones donde muestra, en tono autobiográfico, el paisaje de su natal Topolobampo, da conciertos y giras, realiza actividades educativas y musicales para la niñez, escribe música para teatro y se mantiene activo con diferentes enfoques y dedicando su vida al arte.