Es
Todo el tiempo para mí, como si no hubiera pasado, cual ningún lazo en otro lugar, como la vida ahí y ahora, por lo menos en un tiempo breve, de varios días y noches.
Ámsterdam: que hablando inglés, el idioma …
Cuando llueve en Guadalajara se pone contenta la perla. Bueno, maticemos un poco, digamos que cada quien habla como le fue en la lluvia.
La lluvia fue la causante de aproximarme a mi esposa, fue en un torrente, mientras caminábamos por el parque Alcalde, allá a principios de los noventas y que se cae el cielo, solo nos pudimos cubrir en el techo de un vivero y sí o sí había que estar muy próximos, para empaparnos menos y a su vez cuidar que la dama no se empapara de agua de dudosa procedencia.
Si uno camina de mañana por alguna colonia como Chapalita, con sus avenidas llenas de árboles, estás en una linda ciudad que algunos barren con sus escobas para hojarasca. Si vas por la carretera a Tesistan, verás que hay baches que pareciera que deben de estar ahí, porque hasta los conoces, dices, ahí está el inevitable bache, ahora anegado de melancólica agua de lluvia.
Depende como te va en la lluvia, es como puedes poetizar o recordar a la progenitora de obras públicas.
Así con la música. Un día puedo decir, que me encanta esta canción y otro día puedo no querer tanto al autor de esa misma rola.
Hay canciones que se escuchan mientras piensas, que alcanzas a descubrir las obras de arte, hay poemas que por muy buenos que sean no tienen la inocencia, quizá la impericia, (la demagogia diría Sabina) el ripio ese necesario que hace riguroso a veces, el logro de una buena canción.
El público masivo corona algunas canciones y suele suceder que se admire a los compositores que han dado en el blanco del gusto popular, depende cómo te fue en la lluvia, insisto.
Quiero ponerme crítico, y que quede muy claro, con mi propia apreciación. Ya lo he dicho de mil formas, pero aquí va una más. En la primera adolescencia que descubrí la canción de trova, que me cambió la vida, estuve y quizá sigo, incapacitado para apreciar ciertas obras del gusto popular masivo.
Se me abrió un oído más, porque creo que somos muchos oídos, podemos oír desde el corazón, desde lo convencional, desde lo festivo, desde la agudeza de sentir, desde la imaginación, desde el intelecto, desde los desamores, (algo muy común en la cancionística mexicana) en fin, incluso, leí una vez y lo creo, que las personas somos un gran oído, que el primer sentido que un ser humano desarrolla en el vientre materno, es el oído y lo último que pierde un agonizante es el escuchar. Por eso siempre me asombra Beethoven, que hizo música desde la sordera, para decir, de alguna forma, -les enseñaré a oír, a ustedes que pueden.
Hay autores intocables (y no me refiero al grupo musical). Me contó mi papá que una vez tomó un taxi en Ciudad Juárez y en la radio del taxi, sonó Juan Gabriel y (eran otros tiempos y otro contexto) él dijo una broma sobre Alberto Aguilera, entonces el taxista frenó y le dijo, bájese, hasta aquí llegó su viaje, yo a usted no lo llevo.
Así mismo recuerdo a un intelectual de los medios que recién fallecido el divo, hizo alguna publicación crítica y le costó tales insultos e incluso repercusiones laborales, que tuvo que publicar alguna reivindicación, disculpándose. Sí creo, en mi opinión que no era el momento, porque el pueblo estaba en duelo.
Es difícil ponerse crítico y no caer en la autocensura, ante temas tan delicados. Podría decir la gente ¿y tú quién eres para psicoanalizar mis gustos? ¿qué especie de superioridad crees tener? no se ve, ni se verá, ni está de moda que sea al revés ¿por qué me ofendes si no hago lo mismo que los artistas de la farándula? ¿por qué cuando escuchas una obra con un rigor artístico distinto, dices, “de cual fumó” o “pasa para andar iguales”
Además de esa exacerbada idolatría a los personajes públicos que conquistaron la industria, que por supuesto, mucho mérito tienen, me temo que actualmente hay que tratar con pincitas ciertos temas, ante la vulnerabilidad social que se vive. No me imagino a Monsiváis o Paz, siendo censurados por el escrutinio público, que ha favorecido la ignorancia y la frivolidad con el pretexto de “en gustos se rompen géneros” y “el arte es relativo” yo diría que el arte no es relativo, pero eso merece otro ensayo y otro texto, también diría, cada oído escucha depende de cómo le fue en la lluvia, (ya sé, feria, pero permítanme invitarles a oír esta nueva frase).
Hablando de lluvia, la lluvia me trae una canción de mi amigo que en paz descanse Noel Nicola, que a su vez me recuerda a mi bisabuela, y esa canción hace click de inmediato, no sucede así con “La medida” un poema que musicalicé de Ricardo Yáñez, el cual se desplaza con mucho tino y destreza poética, sin embargo no tiene el tino de las canciones populares, porque pone a trabajar el oído, no es tan directa como la canción que aquí menciono. Entonces llego a la conclusión que hay canciones que se oyen y otras que se escuchan o dicho de otro modo, hay canciones para oírse y otras ponen a trabajar el oído, enseñan a oír.
Yo siempre ando queriendo homenajear a los autores, diría que Agustín Lara, Álvaro Carrillo, incluso José Alfredo nos enseñaron a oír y a oírnos como mexicanos y Juan Gabriel, a quien me hubiera gustado conocer y no pude oír como ahora lo puedo oír, pues me tocó cuando ya mi sentido crítico estaba trabajando en mi y me volví un contracorriente, además de la rebeldía de pubertad, entendí la canción como un vehículo distinto al que ofertaba un sistema anómalo, fallido en decadencia, entonces, muchos artistas, no pasaban mi propio filtro y rigor que era la poesía o cierta poética o digamos la congruencia, porque igual yo tengo canciones que pueden ser o parecer bobas.
Me llamaba la atención que ese amor dolido, diera tantos dividendos y pensaba que el pueblo es el mantra que repite y canta lo que canta como decreto y afirmación “no tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para dar” vaya tino, de una canción que diciendo lo contrario, seguro generó muchas regalías.
No es mi afán criticar a alguien tan querido, porque créanme, hasta yo le quiero, en mi casa mi hermano, que en paz descanse, cantaba una que otra de él, allá en los años ochentas.
Hasta el gran Mauri Ele Huet alaba de Juan Gabriel que nunca usó metáforas y yo veo, ahora a la distancia, que era un melodista de altos vuelos, que sus melodías podían ser inspiradas por el gospel, que aquella melodía es como un solo de guitarra eléctrica de Santana “cuando quieras tú, divertirte más” que hay melodías de él, que tienen una gracia increíble, que podrían estar en una cajita de joyería como diminuta clavicordio sonando “yo necesito saber y quiero saber, si me amas tú” yo le quito la letra y me resulta una obra maestra y más cuando viene el siguiente despliegue melódico “necesito amor, quiero ser de ti, yo te haré feliz, si me dices sí”
Súper bien hecho además, muy profesional, por algo logró lo que logró, no era mediocre y aquí me piso el callo, ya que los troveros no tenemos dinero, ni nada que dar, lo único que tenemos es amor para dar y no hay varo para producirnos como se debe, somos artesanales.
Ya saben, lo he dicho, vengo de un ambiente popular y elegí la cultura, la música como ente transformador, entonces, soy muy poco tolerante, aunque la vida, mis hijos, el entorno me ha vuelto más abierto y es que depende de donde te tome el chubasco, para decir que la lluvia es un poema o una inundación. En tanto debo, debemos, seguir avanzando y en mi caso aprender siempre de los siempres a oír, llueva, truene o relampaguee.
Y a ti ¿cómo te fue en la lluvia?
Les dejo el poema “La medida” de Ricardo Yáñez, para estos días lluviosos.
Foto de Osman Rana en Unsplash