Es
Todo el tiempo para mí, como si no hubiera pasado, cual ningún lazo en otro lugar, como la vida ahí y ahora, por lo menos en un tiempo breve, de varios días y noches.
Ámsterdam: que hablando inglés, el idioma …
Leí sobre el encuentro de Carranza con Tomas Alba Edison, estaba a punto de averiguar qué tan verdad era lo escrito, ya que no tuve una referencia de lo que estaba leyendo, pues fue un libro tomado al azar, que encontré en algún lugar de mi antigua casa, el asunto es que desapareció de la mesa en que lo dejé. Leí que el erotismo deviene de Eros y sobre la “otredad” sobre la mantis religiosa que devora al macho, sobre el palomo que surea a la paloma, leí de un elefante que fue un regalo incómodo de un rey a otro rey, sobre el doctor Urbino y Fermina que se pelearon por discutir sobre si había o no jabón en la bañera, sobre un rabino leí, aquel que decía “huye de la melancolía por sobre todo” leí sobre la veteada calle, la cuja de los novios, el pájaro tralalí, leí sobre el hilo de sangre que llevó a Ursula en sentido contrario, leí sobre aquel enamorado que llorando por las calles escuchó a lo lejos “del puente me devolví bañado en lágrimas” también de aquel pobre leñador alemán que vivía en una cabaña cerca del bosque, leí sobre el horror de un cuadro que envejecía en un hechizo que mantenía diabólicamente bello a Dorian, leí sobre una ceguera blanca, sobre aquel que murió enfermo de amor, en frente del mar, mientras el motivo de su amor, corría con felicidad por la orilla de las olas. Leí y me falta leer, a veces en reuniones con mis amigos que sí leen, me quedo impresionado y me pregunto, de dónde han sacado tanto tiempo para leer tanto y es quizá la impresión de no haber leído lo mismo o que, a mi afición a la lectura le hace falta sofisticarse y no soltar como hemos, me temo, soltado ese placer. Me gustaría escribir como leer y dejar de escribir como escribir, porque escribir se vuelve frivolidad, cuando se hace sin alma y sin desplazamiento, como un inventario, está bien y me encanta ser coloquial, me gustaría escribir como (lo voy a escribir al vuelo y de mi ronco pecho) aquí va el intento: oigo un desplazamiento, un motor, intuyo que andas el dolor de la nostalgia, de la pérdida, de los años y dolerse de ‘un afuera’ es llevar para adentro una innecesaria vocación a la evocación, y yo también lloraría a razón de que no ves que estoy en esas mareas, en esos silencios, en esos sudores, en esos calores, en este morir que vamos ofrendando sin besos al caer los días, pero bueno, eso es un simple ensayo, de la idea de escribir como leyendo, porque, ay, por dios, mejor que escribir (y hace mucho que no leo, hay que leer) es leer y más lo creo hoy que tengo un año menos, si hasta aquí han llegado en la lectura, ¡bravo! hoy les digo, que estoy cumpliendo cincuenta más uno y como soy un ignorante, quiero leer más que escribir, para escribir sin aturdirme y enseñarme a oír a oírme. A oírles.
Les dejo mi rolita La espera, a mi hijo Alan, de mi primer disco y con aquella influencia Huidobriana, mandando también abrazo mío de mi corazón musical, al señor de señores, cancionero (para mi el “más mejor” Chico Buarque) que cumplió 80.